Sel. María de la Purísima und die Gesellschaft des Kreuzes

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Berolinensis
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Sel. María de la Purísima und die Gesellschaft des Kreuzes

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S.E. Msgr. Angelo Amato, Präfekt der Kongregation für die Kausen der Heiligen, hat heute im Auftrag des Hl. Vaters Mutter María de la Purísima seliggesprochen. Madre Purísima war Generaloberin der Gesellschaft des Kreuzes (Compañía de la Cruz, vulgo Hermanitas de la Cruz) von 1977 bis zu ihrem Tode 1998. Die Hermanitas de la Cruz sind ein tätiger Orden, der sich dem Dienst an den Armen und Kranken widmet, und wurden 1875 von der hl. Angela vom Kreuz gegründet.

Hier ist die sehr lesenswerte Predigt von Erzbischof Amato zu finden.

Besonders bemerkenswert und als Pflichtlektüre für alle Orden und Kongregationen geeignet finde ich folgenden Abschnitt, in dem Msgr. Amato die postkonziliaren Wirren und den Niedergang von Ordensleben und gesunder Doktrin schonungslos darstellt und dem das Beispiel der Hermanitas de la Cruz und der sel. Mutter Purísima entgegenstellt, die unter Opfern und Verhöhnung Tradition (einschließlich dem vollen Habit, obschon sie ein Pflegeorden sind) und Lehramt treu geblieben sind und dafür statt mit dem Niedergang der selbstsäkularisierten Orden mit weiterem Wachstum belohnt worden sind. Wenn ich Zeit finde, würde ich den Abschnitt gern übersetzen; vielleicht könnte das ja auch jemand anders tun, es lohnte sich:
Junto a la caridad ejerció una fortaleza heroica, sobre todo durante los años de la dirección del Instituto. Sostenida por la palabra del Señor, que llama bienaventurados a los que sufren y a quienes son perseguidos por amor a la justicia (cf. Mt 5, 1-12), ella, en el difícil periodo postconciliar, perseveró en la sana tradición, indicando a sus hermanas aquel camino de santidad y de servicio querido por la santa Fundadora, rechazando la moda efímera de cambios externos, exentos de eficacia apostólica. Nuestra Beata es un válido ejemplo de la fecundidad de la obediencia al carisma fundacional: hacerse pobres con los pobres para ganarse a Cristo.

Fue esta capacidad suya de mantener intacto el espíritu del Instituto la que hizo florecer a su congregación de manera verdaderamente extraordinaria. Un testigo afirma: "No podemos olvidar que cuando la mayor parte de los Institutos hoy sufre por falta de vocaciones, hasta el punto de que muchos de nuestros conventos y monasterios parecen residencias de ancianos, el Instituto de las Hermanas de la Cruz continúa teniendo vocaciones en un número verdaderamente considerable".

Madre Purísima vivía con convicción su vocación, según el espíritu de Santa Ángela de la Cruz: total olvido de sí misma para entregarse a Dios y a los pobres y un ferviente deseo de seguir a Cristo Crucificado. El esplendor de su vida ejemplar empuja a muchas jóvenes a consagrarse al Señor entre las Hermanas de la Cruz.

Como Superiora General visitaba cada tres años sus casas, escuchando con atención e interés a todas sus Hermanas, animándolas a ser fieles al espíritu de la Fundadora. De esta forma infundió en ellas una sólida formación doctrinal y espiritual, en tiempos en los que parecía debilitarse la fidelidad a la Iglesia. A propósito de esto, una hermana suya testifica: "Fue un periodo en el que en la vida religiosa se respiraba una gran corriente de cambio y en el que casi todas las congregaciones cambiaron no sólo el hábito, sino incluso el carisma de la congregación. Ella, sin embargo, se mantuvo en afirmar que a nosotras nada nos impedía continuar vistiendo como en tiempos de nuestra Santa Fundadora y en confirmar nuestra fisionomía, afianzando con fuerza nuestro carisma para no alejarnos del que nuestra Santa Madre quería que fuese nuestro Instituto. Esto lo defendió, luchó por esto y lo consiguió, a pesar de las sonrisas irónicas de otros institutos religiosos y de sacerdotes que nos ridiculizaban".

Esta serena prudencia, en tiempos de gran turbulencia ideológica, contribuyó a reforzar el espíritu y el carisma de la Fundadora. A pesar de las corrientes demoledoras de la vida consagrada, ella supo mantener unidas a sus Hermanas mediante la exacta observancia de la Santa Regla y del espíritu de oración: "Cuidó la vida espiritual del Instituto como una madre con sus hijos, preocupándose de que la doctrina de los sacerdotes que venían a la Casa Madre a dar ejercicios y a confesar, fuera teológicamente sana y exigente en las virtudes, como está en nuestro espíritu".

Ella quiso que su Instituto se mantuviera fiel a las auténticas fuentes de la vida consagrada: fidelidad a la Regla y al espíritu de la Fundadora y docilidad y obediencia a la Iglesia y a su Magisterio. Mientras que todo a su alrededor era un piadoso espectáculo de relajación en la doctrina y en las costumbres, ella fue heroica en incentivar la vida interior de sus Hermanas, dándole importancia a la vida espiritual alimentada de oración, de silencio, de obediencia, de caridad y de servicio a los pobres.

Una hermana cuenta las humillaciones que debieron sufrir cuando asistían a clases de teología: "Llegábamos a clase con nuestra carpeta azul de cartón, con nuestros zapatos desgastados, con nuestro gran paraguas con algún roto. Mientras buscábamos un asiento, sentíamos las miradas de desaprobación de algunas religiosas que susurraban: "Ya han llegado las del Viejo Testamento". Yo me sentía mal y la miraba a ella que, sin embargo, permanecía sonriente y serena ante estos comentarios".

Don Gaspar Bustos, vicario episcopal de la vida consagrada en la diócesis de Córdoba durante 20 años, declara: "Me parece que la beatificación de Madre María de la Purísima pueda ser un ejemplo estupendo de fidelidad a la Iglesia y al propio carisma y de cómo realizar una verdadera renovación de un Instituto Religioso respetando el pasado y el presente".